Alberto Pastor Álvarez es Capitán Psicólogo de las Fuerzas Armadas. Ingresó por concurso-oposición en el año 2005. En la actualidad está destinado en la Unidad Militar de Emergencias. Anteriormente ha estado destinado en la Unidad de Servicios del Acuartelamiento “General Arroquia” (Salamanca) y en el Centro de Formación de Tropa nº-2 (San Fernando). Entre sus méritos militares destacan sus tres despliegues en el Líbano, en las misiones “Libre Hidalgo IV, X y XXI”. Ha sido condecorado con la cruz al mérito militar con distintivo blanco, dos medallas de las Naciones Unidas y una mención honorífica.
Tradicionalmente los aspectos psicológicos han sido los grandes olvidados durante los despliegues militares en grandes guerras o conflictos. Culturalmente siempre se ha relacionado el padecer una afección psicológica con la debilidad, provocando una especial estigmatización no sólo en los miembros de las organizaciones militares, sino también de manera general en todos los fuerzas y cuerpos de seguridad del estado. De hecho, según algunos estudios1 está acreditado que unos 100.000 soldados de todos los tiempos, han sido ejecutados por “cobardía”, cuando estaba demostrado que padecían algún tipo de problema psicológico.
1 Para más información ver Tesis Doctoral de Mónica García Silgo, 2016.
Históricamente, encontramos algunas referencias que indican que durante la Segunda Guerra Mundial, una cuarta parte de las bajas se debían a problemas psicológicos o psiquiátricos. Por aquel entonces se comenzaron a estudiar y a divulgar estudios científicos sobre la denominada “neurosis de guerra”. Esta se entendía como un síndrome histérico con afectación principalmente del sistema nervioso. Pero se aprovechaba este término de manera genérica, para clasificar el resto de sintomatología que aparecía después del conflicto que podía ir desde síndromes ansiosos y trastornos del estado de ánimo, hasta enfermedades de tipo psicótico o delirante. Sería después de la Guerra del Vietnam, cuando el trauma post-despliegue se comenzase a investigar más en profundidad, apareciendo en los manuales diagnósticos de la época. En ese sentido, se había generado cierta alarma social al ver que aquellos soldados norteamericanos que regresaban “sanos y salvos”, de repente se suicidaban o caían en conductas desadaptativas que solían ir acompañadas de un elevado consumo de alcohol y drogas.
¿Qué es lo que provoca que el personal desplegado sufra este tipo de secuelas psicológicas, incluso cuando la magnitud o intensidad de los combates, pueda no llegar a ser muy significativa?. Pues es la suma de ciertas variables las que en su conjunto,pueden provocar la ruptura psicológica de los soldados. Hablando muy genéricamente se puede decir que el estrés, como término general, se encuentra en el núcleo del problema. El estrés es una respuesta adaptativa del organismo, que le permite afrontar una situación percibida como peligrosa y le prepara para superarla, ya sea huyendo, combatiendo, corriendo, o lo que sea necesario.Se produce una activación del organismo focalizando el esfuerzo cardiopulmonar en los grandes grupos musculares y en los órganos principales para obtener el máximo rendimiento.El problema lo encontramos en que si la activación se mantiene durante un prolongado periodo de tiempo, sin producirse ninguna fase de descanso, se puede provocar el desgaste de los recursos del organismo.
Podría decirse entonces que la intensidad del combate estaría detrás del agotamiento de recursos del personal, lo que además de provocar cansancio físico, estaría incidiendo también en los recursos psicológicos.Además existen otros factores considerados como protectores,que en el caso de las misiones,adquieren un especial protagonismo especialmente por su ausencia. Estos son el apoyo social y/o familiar, la intimidad y el ocio y tiempo libre. Estos factores, cada uno en su medida, protegen a la persona del estrés y de las consecuencias psicológicas del mismo. Es evidente que un militar cuando inicia una misión, prácticamente pierde estos tres apoyos, ya que los escenarios de despliegue suelen estar a miles de kilómetros de la familia, las instalaciones no suelen permitir en la mayoría de las ocasiones el poder disfrutar de ciertos momentos de intimidad y las opcione de desconexión mental a través de actividades de ocio, que permitan romper con la rutina, suelen ser muy limitadas. Si le sumamos a esto la posibilidad de sufrir durante las acciones militares experiencias con alto contenido emocional, como pueden ser las muertes, las heridas, las escenas horripilantes,de caos, etc.; pues nos encontramos con un “cóctel explosivo” que puede poner en jaque al mejor de los soldados.
Los ejércitos han tomado conciencia de estos factores, no
sólo por el cuidado de su gente,sino por las graves consecuencias que para la salud comunitaria tiene la vuelta a casa del personal militar tras las misiones, si no se
realiza de la mejor manera posible. Para ello, se han tratado de paliar en la medida de lo posible las variables
de calidad de vida de los soldados en el transcurso del despliegue. Se han potenciado las telecomunicaciones para que el contacto familiar no se pierda durante periodos de tiempo muy prolongados. Asimismo, se procura dotar a las
instalaciones militares de lugares de ocio y“esparcimiento”, para que el personal durante diferentes periodos del día pueda distraerse y así romper con la rutina de incertidumbre, estrés de combate e incluso reexperimentación de situaciones traumáticas. Además se procura fomentar la intimidad del personal, diseñando las
instalaciones o camaretas de tal modo que cada uno pueda disfrutar de su propio espacio, aunque esta medida, en la mayoría de las ocasiones encuentra todo tipo de dificultades ya sea por falta de espacio, o porque las condiciones de seguridad no lo permitan.
También ha habido ciertas medidas dentro del ámbito
sanitario, tanto en la prevención como en la proporción de
asistencia psicológica al personal desplegado. En este sentido, son ya tradicionales las evaluaciones psicológicas previas al despliegue. En ellas se trata de discriminar aquellas personas que psicológicamente estén en
condiciones óptimas para desplegar, de aquellas que por algún motivo estén sufriendo un periodo psicológico de inestabilidad, que pudiera verse agravado por las condiciones de la misión. Una vez en el teatro de operaciones, los ejércitos suelen desplegar psicólogos para favorecer la asistencia al personal y para asesorar al mando respecto a las vicisitudes psicológicas que puedan afectar al transcurso de la misión, como pueden ser aspectos de motivación, rendimiento y prevención de estrés. Además, suele ser habitual dependiendo del número de personal desplegado, que en hospitales avanzados tipo ROLE 2 o superior, pudiera contarse con la participación de especialistas en psiquiatría. Si bien esta medida es más habitual en despliegues masivos de marines americanos, en el caso de no tener un gran número de personal psiquiatra en la plantilla de médicos militares,este hecho se puede suplir desplegando psicólogos que para desempeñar una función similar a la de estos últimos se les exige tener la especialidad de psicología clínica. El hándicap muchas veces de estas medidas asistenciales, proviene del estigma relativo a pedir ayuda psicológica, percibido por una parte como muestra de debilidad personal, estando condicionado también al temor del personal por sufrir algún tipo de perjuicio en el desarrollo de su carrera si debe de someterse a algún tipo de medida o tratamiento.
Pero aún así, parece que no han sido suficientes estas medidas tanto de prevención como asistenciales, ya que ha habido un repunte significativo en el número de suicidios
post-despliegue tras los conflictos de Irak y Afganistán. Durante las últimas décadas se han tratado de implementar algunos programas de entrenamiento psicológico, obteniendo resultados que no han llegado a conseguir frenar la elevada cifra de suicidios, protagonistas por ejemplo en el ejército americano.
Martin E. P. Seligman |
psicológico que pudiera en el medio plazo poner remedio no sólo al alto índice de suicidios, sino también a todos los efectos psicológicos negativos relacionados con la vuelta a casa tras despliegue en misión internacional.
Los resultados del programa hasta la fecha están siendo muy satisfactorios, aunque no está libre de críticas. Se verá en los próximos años si las cifras de suicidios o de incidencias psicológicas disminuyen a consecuencia del mismo.
“Comprehensive Soldier Fitness” (CSF) |
programas de entrenamiento psicológico, que si bien no logran tener la magnitud del CSF, sí que están en la línea de implementar las medidas de protección de los militares ante las situaciones vividas en las misiones internacionales.
En el ámbito español, el Ejército de Tierra se encuentra en proceso de estudio de nuevos programas de entrenamiento, habiéndose tomado ya algunas medidas de protección hacia el personal desplegado. En el ámbito nacional, e incluso casi europeo, el único programa de entrenamiento psicológico que parece tener una estructura similar al CSF es el PSICUME de la Unidad Militar de Emergencias (UME).
Fuente |
(que luchan entre otras cosas por su vida), y el PSICUME a salvar vidas de inocentes damnificados por las secuelas de una catástrofe o emergencia.
Ya sea de un modo u otro, parece cierto que en la actualidad,el componente psicológico de los despliegues militares,parece haber adquirido una importancia necesaria y merecida, no sólo para que las autoridades velen por la protección de los militares desplegados en lo referente a su salud o bienestar físico y psicológico, sino también como medida de integración de estos, y de prevención de problemas comunitarios post-despliegue.
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